“¡Mirad cuán
bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!”
(Salmos 133:
1)
PIENSA EN
ALGUNA rica comida que te guste mucho. ¿La imaginas? Luego, oye una voz que te
invita a disfrutarla: “¡La comida esta lista! ¡Ven, está deliciosa!” Así mismo,
la Palabra de Dios te invita a comprobar lo delicioso que es habitar en armonía
con tus semejantes.
Cuando estas
en paz con todos, la vida cristiana es preciosa. En cambio, cuando nuestras
relaciones no están sanas, es una vida gris, sin brillo. La clave está en tener
armonía, no en estar juntos.
Si no
perdonamos a nuestros deudores, Dios no nos perdona. Además, si nos llenamos de
ira y no nos reconciliamos, damos lugar al diablo. Y ten por cierto que “darle
lugar al diablo” no es una pequeñez.
Cuando
nuestro corazón está herido, no quiere perdonar, entonces, no está en armonía…
Puedes irte lejos del ofensor, pero seguirás atado espiritualmente a él. Quizás
estas alegre, cantando alabanzas, pero basta recordar para que pierdas la paz.
A lo mejor convives con esa persona, vives una vida normal, tranquila, pero en
tu interior sabes que algo anda mal. Esto te puede llevar a preguntarle a Dios:
“Señor, ¿Por qué me siento así? ¿Debo perdonar a alguien?” Tal vez pienses que
ya lo perdonaste. ¿Estás seguro? ¿Disfrutas de armonía?
¡Es
delicioso vivir en armonía! ¡Qué rico es!
No te
pierdas este manjar para tu alma.